Una pediatra abraza las oportunidades inesperadas de ministerio mientras sirve en El Salvador.
Pero nunca se imaginó que Dios transformaría sus intereses en el ajedrez y el tejido para ser oportunidades de ministerio.
El viaje de la Dra. Moore en noviembre con World Medical Mission fue su primer viaje de misiones al extranjero en décadas. Su último viaje al Caribe con su grupo de jóvenes de la iglesia fue a la edad actual de sus dos hijas adolescentes.
“Les conté a mis hijas y oramos por meses para hacer una prueba”, dijo.
Después de contactar World Medical Mission sobre un lugar para servir que no estuviera en una zona de guerra, Moore oyó del centro médico familiar Shalom que necesitaba una pediatra para cubrir a un doctor que salía de vacaciones.
“Fue la introducción más sencilla a las misiones”, dijo. “Formé relaciones fuertes y me costó trabajo despedirme”.
"Formé relaciones fuertes y me costó trabajo despedirme.
Moore sirvió durante dos semanas en una clínica en el pueblo de Santiago Texacuangos, a unos dieciséis kilómetros de la ciudad capital de El Salvador.
Además de tratar a niños con parásitos intestinales, su mayor trabajo incluyó pruebas de salud y se comparó con lo que hace en su país. La excepción se resumió en la larga fila de pacientes, que no se quejaban para esperar dos o más horas hasta tener su turno.
El alojamiento y las comidas se proveyeron por Shalom House, un lugar residencial de unos 30 niños hasta los 18 años. Cuando Moore terminaba su día en la clínica, iba a pasar tiempo con los niños.
Ahí conoció a Diego* en los jardines. Estaba enfrascado en una partida de ajedrez con otro adolescente.
“Oh, yo también juego ajedrez. Juguemos algún día”, ella se ofreció.
Eso hicieron. Cinco juegos maratónicos en la semana, y Diego ganó cuatro de ellos.
Con una sonrisa ella recuerda que fue humillante. “Pensé que era buena jugando ajedrez, pero él era muy bueno”.
Aceptó la derrota con gracia, ya que conocer a Diego y los otros niños fue donde experimentó mayor gozo.
Moore también se hizo amiga de una niña de 17 años y le enseñó a tejer. Lucía* se deleitó con su creación, un sujetador para botellas hecho de tela. Debido a los retos del idioma, su interacción fue bastante divertida.
La doctora dice que conversa bien en español para dar consulta ya que algunos en su hogar en Georgia son hispanohablantes. Sin embargo, las palabras como “puntadas” y “agujas” se traduce diferente de lo que se usa en la jerga médica. Así que recurrió a un diccionario y su celular.
“Los niños sabían un poco de inglés. Tuve que usar recursos para comunicarme en español con ellos. Fueron pacientes y creo que los hice reír en ocasiones”, dijo.
Lo que la impresionó más, sin embargo, fue cómo los jóvenes comparten el amor de Cristo con las personas en vecindarios cercanos. Cada tarde de miércoles preparan una cena para familias necesitadas en un centro comunitario. Un día Moore los acompañó; la cena consistió en frijoles, arroz y huevos duros.
“Ver a los niños llevar una comida a la comunidad, me recordó la historia bíblica de la ofrenda de la viuda”, dijo. “Estos niños no tienen casi nada, y están dando a los demás. Fue muy poderoso”.
“Estos niños no tienen casi nada, y están dando a los demás. Fue muy poderoso”.
A su regreso, la doctora se conectó con alguien en su iglesia en Georgia que tiene un negocio en El Salvador. Exploran opciones para ayudar a los niños en el orfanato a proveerles trabajo y becarlos para la universidad. Si el tiempo lo permite, quiere seguir haciendo viajes cortos a América Latina y más allá.
“Fue liberador combinar mi fe con la medicina”, dijo Moore. “El solo saber que mi capacitación y educación pueden ser usados por Dios fue hermoso. Fue la primera vez que sentí que era una verdadera sanadora”.
Por ahora, seguirá con el español y mejorará en su ajedrez.
*Nombres cambiados