A través de nuestro ministerio en las prisiones en este país africano, Dios transforma a los prisioneros y las prisiones mientras experimentan el poder del Evangelio para salvar pecadores.
Entre proyectos de costura en la prisión central de Monrovia, Garmai, de 45 años lee el Evangelio de Mateo. Tiene su propia Biblia ahora y la Palabra de Dios se ha vuelto su alimento. Las mujeres en sus clases de costura son su familia.
Ha habido un milagro en su vida.
No se sabe con certeza qué crimen la hizo terminar ahí, separada de su hija y el mundo exterior, pero es obvio que se ha transformado.
“No solo estaba enojada”, dijo. “Pensaba en cosas malas y no tenía paz. Quería estar sola. No me gustaba perdonar. Quería venganza. Toda mi vida había luchado con las ganas de vengarme”.
Dios ahora ha transformado su vida de soledad, amargura y tragedia a un testamento hermoso de gracia y perdón pues ahora conoce al Señor Jesucristo.
Encontrar nueva vida y libertad tras las rejas
En los últimos años, los equipos de Samaritan’s Purse en Liberia han estado trabajando en las prisiones del país para proveer alimento, agua, salubridad, programas de sustento, y para compartir las Buenas Nuevas de Jesucristo entre los prisioneros que habían perdido la esperanza. Este programa se llama, con justa razón, “Esperanza para un futuro más brillante”.
Para muchos prisioneros, puede tomar años antes de recibir fecha en la corte. Tener un juicio justo en un tiempo razonable es poco probable. Algunos estarán en prisión hasta que mueran.
Pero Dios obra en medio de estas circunstancias para hacer discípulos que viven fielmente durante su encarcelamiento. Esta fue la experiencia de Garmai. Justo cuando pensó que su vida se acababa, empezó una nueva vida.
Desarrollar nuevos ojos y habilidades para toda la vida
Incluso mientras aprendía nuevas capacidades como costura y sastrería, aprendió cómo estudiar la Palabra de Dios. A través de nuestro programa de discipulado, empezó a abrir sus ojos a las verdades del Evangelio.
“Mi familia me rechazó. El mundo me rechazó. Cuando llegué aquí pensé: estoy en una tumba donde nadie me puede ver”, dijo. “Pero luego conocí a Dios, y le di mi vida.
“Ahora tengo paz como nunca, y la recibí aquí, en prisión. En prisión”, continuó, “donde vino Samaritan’s Purse. Ahora son mi familia”.
Garmai se ha graduado del programa de discipulado y las clases de costura.
Ahora ayuda a los instructores y a que otras mujeres aprendan las mismas habilidades que ella aprendió, las que pueden darles un sustento al salir de prisión, así como un poco de ingreso detrás de relajas. Además, entre lo que cosen, hay toallas sanitarias para sí mismas, pues la prisión no provee artículos de higiene. Las clases también dan nuevas oportunidades para que Garmai conecte con otras mujeres.
“Me siento libre”, dijo y recitó su versículo favorito en Mateo 5:16, que memorizó recientemente.
“Hagan brillar su luz delante de todos”, dijo, “para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo”.