Niños de una comunidad en un barrio pobre llegaron a la fe en Jesucristo a través de Operation Christmas Child y La Gran Aventura.
Los niños y las niñas sabían que debían recoger rápidamente sus sillas y hacerse a un lado para despejar el angosto callejón cada vez que una bicicleta o una motocicleta necesitaba escabullirse para pasar. Estas interrupciones en la clase de discipulado ocurrían tan a menudo que se habían vuelto normales, y los niños y sus maestras proseguían con la alabanza y la enseñanza bíblica una vez que el tránsito se había desatascado.
El estrechísimo pasaje en medio del barrio pobre fue el único espacio que pudieron encontrar los miembros de la Iglesia Bautista Gracia para impartir las lecciones de La Gran Aventura. Pero eran perseverantes. Cada sábado a la mañana, al llegar encontraban a los niños y a las niñas esperándolos, deseosos de escuchar la historia bíblica que habían ido a compartir.
Dios está usando a Operation Christmas Child y a La Gran Aventura, nuestro programa de discipulado destinado a quienes reciben una caja de regalos, para presentarles el Evangelio a los niños de este barrio pobre en Illoilo, Filipinas. La mayoría de sus familias no son cristianas y nunca han tenido la oportunidad de conocer sobre el amor de Dios por ellos.
Nueva vida en Cristo
Anne, miembro de la Bautista Gracia, nunca había trabajado con niños y dudaba de que pudiera servir eficazmente. Incluso se preguntaba por qué Dios la había llamado a enseñar La Gran Aventura.
Pero sabía que Dios quería que enseñara, y ella deseaba obedecer. A medida que transcurrían las semanas, llegó a atesorar su tiempo de dirigir a los niños y a las niñas, y verlos convertirse en discípulos de Jesucristo.
“A los niños no solo estamos enseñándoles la enseñanza de La Gran Aventura, sino también a desarrollar hábitos diarios. Les enseñamos a orar y a leer la Biblia”, dijo. “Yo creo que, si llegamos a su corazón, ellos pueden servir al Señor nuestro Dios”.
Dios usó a Anne y a las otras maestras para alcanzar a niños como Glenn, quien, al principio, no parecía querer tener nada que ver con las lecciones bíblicas. Sus maestras dudaban si él disfrutaba La Gran Aventura, porque se quedaba en la parte de atrás del grupo. No interactuaba con los otros niños ni cantaba con ellos.
A medida que pasaban las semanas, se dieron cuenta de que no era por desinterés que él se mantenía al fondo de su improvisado salón de clase.
“Es muy tímido, y muy callado”, contó Anne. “Pero yo lo motivaba. La Gran Aventura ha ayudado a que los niños desarrollen la confianza en sí mismos”.
Anne oraba fielmente por él, le enseñaba la Palabra de Dios y lo hacía sentir cómodo en las clases. Ella reconoce la importancia de invertir en la vida de los niños.
“Ellos serán los futuros pastores y maestros. Queremos enseñarles a los niños para que ellos propaguen la bondad y el amor de Dios”.
Glenn es uno de los muchos niños del barrio pobre que se han arrepentido de sus pecados y han confiado en Jesucristo para la salvación eterna. Durante La Gran Aventura, él se enteró por primera vez que Dios lo ama y que envió a Su Hijo a morir en una cruz por sus pecados.
Ahora, Glenn comparte su fe con su familia y sus amigos. “Dios siempre está conmigo. Él no me abandona”, dijo. “Ahora, me siento más liviano y no me preocupo tanto”.
Dios también está usando a Anne y a las otras maestras para compartir de Su amor con los adultos de la comunidad. Varias madres, incluida la de Glenn, asistieron con sus hijos a las lecciones de La Gran Aventura.
“Queremos tocar las vidas de las familias para que también glorifiquen a Dios”, dijo Anne.
El discipulado permanente
Anne y otros miembros de la iglesia habían querido alcanzar a la abandonada comunidad de Glenn desde hacía un tiempo, pero no estaban seguros de por dónde empezar. Este barrio pobre conoce bien la adversidad, ya que muchas personas no encuentran trabajo, y los que sí tienen empleo no ganan lo suficiente para llegar a fin de mes. Sus pequeñas viviendas están armadas con maderas y pedazos de bambú, y precariamente hacinadas. El consumo de alcohol y de drogas ilegales es habitual.
Los miembros de la iglesia se preocupaban por las necesidades materiales de los niños, como también por sus necesidades espirituales. “Algunos niños van a la escuela sin haber comido. Estos niños tienen hambre”, dijo Charmaine, una de las maestras de La Gran Aventura. Su esposo también es pastor de Gracia.
Operation Christmas Child y La Gran Aventura crearon el camino que la iglesia necesitaba para comenzar a llevar el Evangelio a los niños y a los padres que necesitaban desesperadamente la esperanza eterna de Cristo.
“Esto nos ha abierto las puertas para que hablemos de Jesús. Deseamos que tengan una relación personal con él”, declaró Charmaine.
Con gran satisfacción —y aun sorpresa— para ellos, los niños y las niñas del barrio nunca se cansaban de aprender de Dios durante La Gran Aventura. “Por más que hiciera calor, por más que estuviera lleno de gente, ellos siempre estaban entusiasmados”, dijo Charmaine.
Ellos disfrutaban tanto de esos momentos, que Charmaine y Anne quisieron que las reuniones habituales continuaran, una vez que terminaron las lecciones. Comenzaron a alabar todas las semanas y a hacer un estudio bíblico para los niños en la casa de Charmaine. Incluso niños que no participaron en La Gran Aventura se han interesado en las reuniones semanales en su casa.
“Esta ha sido una de mis mayores alegrías”, dijo Charmaine.