Un anciano y una madre joven sintieron el amor de Dios a través de una cirugía ortopédica que les proveyó Samaritan's Purse.
La falta de atención sanitaria avanzada deja a muchos malauíes sin esperanzas de un futuro mejor. Pero eso cambió para Jephither, el jefe anciano de una aldea, y para Ireen, una joven madre soltera, cuando los equipos especializados de World Medical Mission de Samaritan’s Purse llevaron atención sanitaria avanzada a su región remota, a principios de este año.
Durante décadas, Jephither se ha apoyado en la roca sólida de la Palabra de Dios en medio de las tormentas de la vida.
“Lo que me hace seguir adelante en la vida cristiana es simple: la síntesis de los mandamientos”, afirmó con un fervor juvenil. “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, tu alma, tu mente y tus fuerzas. Y ama a tu prójimo como a ti mismo (parafraseando a Marcos 12:30-31). Estas verdades me acercan a Dios”.
A lo largo de una vida durísima, las Escrituras han fortalecido al anciano de 72 años, especialmente, cuando fallecieron tres de sus hijos. Dos de ellos murieron de enfermedades tratables, y perdió a su única hija de dos años de edad por causa de la malaria cerebral. “Los extraño a todos”, fue lo único que pudo decir este padre agotado.
Encontrar ayuda
El brazo fracturado es la tormenta más reciente que ha atribulado a Jephither. Cuando salía de su casa, Jephither se resbaló, cayó sobre el cemento mojado y se fracturó el hueso superior de su brazo (húmero). Durante meses, Jephither se enfrentó a la desesperante realidad de que tendría que vivir el resto de su vida con esta lesión. Incluso en su ancianidad, habitualmente proveía alimentos para sus parientes, que cosechaba de sus cultivos. Su lesión significaba que ellos también pasarían privaciones.
La desesperación de Jephither se transformó en alegría cuando supo que los cirujanos traumatólogos de Samaritan’s Purse estaban visitando el Hospital Nkhoma, donde realizaban cirugías gratuitas para cualquiera que las necesitara. Luego de que escuchó la noticia, el anciano hizo el viaje de 100 kilómetros desde su aldea hasta el hospital, brincando de un taxi a otro.
A los pocos días de su llegada, Jephither recibió la cirugía en su brazo. El Dr. Greg Hellwarth, un traumatólogo que ha servido con World Medical Mission por más de 30 años, colocó la diáfisis humeral en el brazo izquierdo herido de Jephither.
“Hay un exceso de alegría porque volveré a ser un hombre completo”, dijo Jephither después de la cirugía.
Seguidor de Cristo desde hace mucho tiempo, él aceptó gustosamente una Biblia en idioma chichewa luego de la operación, y espera con ansias regresar a casa, a su granja, y reanudar sus deberes como jefe de la aldea. Sin embargo, sobre todo, Jephither está emocionado por ver de nuevo a su esposa de más de 40 años. “Sobre todo, la extraño a ella”, dijo.
Emanar una alegría poco común
Ireen sonríe con una alegría poco común. Aun en los momentos difíciles y en las situaciones dolorosas, su sonrisa irradia de su rostro juvenil y reconforta a quienes la rodean.
Como Jephither, Ireen halló refugio y esperanza en el Hospital Nkhoma tras fracturarse el brazo. Mientras escalaba la ladera cerca de su casa, recolectando leña, la madre joven se cayó y se fracturó el codo y la muñeca (el húmero distal y el radio distal).
Separada de su esposo y con una hija pequeña en casa al cuidado de su vecina, esta lesión debilitó a la madre de 24 años.
“No puedo hacer ningún trabajo. No puedo cocinar ni lavar la ropa”, se lamentó. Sin embargo, lo más grave era que la lesión le impedía cuidar a su hija y ganarse el sustento. “Cultivo la tierra para ganar dinero, pero no puedo hacer nada con mi lastimadura… Ni siquiera puedo abrazar a mi hija”.
Felizmente, Ireen vive a escasos seis kilómetros del Hospital Nkhoma, donde nuestro equipo de traumatólogos de Samaritan’s Purse realizó cirugías gratuitas a 44 pacientes, incluida Ireen. Incluso cuando la admitieron en la guardia, Ireen sonreía.
Bendiciendo al Señor por la sanidad
Sin embargo, la cirugía de la joven madre resultó difícil. Si bien el Dr. Hellwarth comenzó la operación, la ubicación de la fractura y la complejidad anatómica del codo requirieron la ayuda del Dr. McCluskey, otro cirujano traumatólogo voluntario dentro del equipo. Juntos finalizaron el procedimiento.
“Había dos piezas que debían encajar como en un rompecabezas, y yo no lo lograba”, relató el Dr. Hellwarth después de la cirugía. “Entonces, Lee (el Dr. McCluskey) pudo terminar y entró en la sala… no tardó más que unos minutos”.
Después de la cirugía exitosa, Ireen volvió a sonreír. Los capellanes del hospital le regalaron una Biblia en chichewa, como lo hicieron con cada paciente que tratamos, y la animaron a buscar a Cristo. Ireen había estado asistiendo a la iglesia, pero recientemente había dejado de ir por la separación de su esposo y por la vergüenza social que sufrió a continuación. Sin embargo, promete que volverá a seguir al Señor por haberse dado cuenta de la bendición de Dios en su vida.
Volteó las páginas hasta el Salmo 63 y le pidió al capellán que lo leyera en voz alta para ella.
“Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, sedienta y sin agua… Te bendeciré mientras viva y alzando mis manos te invocaré” (Salmo 63:1, 4, NVI).
“Las palabras animaron mi vida”, dijo Ireen con una sonrisa en su rostro, desde luego.