Samaritan’s Purse está dirigiendo una unidad médica móvil hacia la zona West Point, en Monrovia, una de las comunidades más antiguas y pobres de la capital de Liberia, para brindar la atención que se necesita urgentemente.
Dorithy estaba parada al calor, sosteniendo a su nieto Charles, que no había dejado de toser desde el incendio. Nuestras enfermeras la recibieron en el interior.
La abuela, que buscaba atención para su pequeño de un año, había perdido su casa dos semanas antes. Ella vio la casa mientras se prendía fuego, incendio causado por una falla eléctrica en los cables.
Antes de visitar la clínica, Dorithy no sabía adónde recurrir con el pequeño Charles.
Dorithy y Charles se encontraban entre las decenas de pacientes que esperaban ser examinados en nuestra primera clínica médica móvil en la comunidad. La sala de reuniones convertida en un centro médico, la Themore Temple Church, estaba en su mayoría llena de jóvenes a los que se les realizaban controles y tratamientos para la desnutrición.
Samaritan’s Purse aporta el personal médico de la clínica, se asocia con las iglesias locales para identificar ubicaciones seguras, y se asegura de que la clínica sea conocida y accesible para los habitantes.
Dorithy contó que había perdido todo, incluso su medio de subsistencia. Unos días antes, nuestro equipo les había provisto alimentos de emergencia. Ese día, Charles recibiría un refuerzo de nutrición de emergencia, al mismo tiempo que sería tratado por haber inhalado humo del incendio de la vivienda. Desde entonces, no respiraba bien.
“Todas mis cosas se quemaron. Solo escapamos con nuestra vida”, dijo ella. “Estamos durmiendo en el edificio de una escuela. La gente nos ha ayudado con algo de ropa”.
Servir en un lugar lleno de belleza y sufrimiento
West Point está lleno de vida, y lleno de dificultades.
Sus mercados rebosan de color y movimiento (comerciantes que venden mandioca, ropas de segunda mano, pescado asado) a lo largo de callejones serpenteantes y estrechos. Pero esta zona costera también es una de las partes más pobres de la capital de Liberia. Muchos de sus habitantes huyeron hacia aquí durante las crueles guerras civiles en Liberia, e intercambiaron un peligro por otro: la violencia por el hacinamiento, el hambre y la enfermedad.
Tres amigos ríen en los escalones de la iglesia mientras sus padres esperan que los atiendan adentro. En un lugar caracterizado por las dificultades, la alegría de la niñez sigue resistiendo.
Gran parte de esta problemática se debe y se agrava por las crecidas de las aguas y a la erosión de la tierra habitable.
Las decenas de miles de personas que se asentaron en West Point durante el siglo pasado provenían del interior de Liberia, y llegaron en busca de lugares para vivir. Los bosques de manglares fueron diezmados para hacer espacio, obtener madera y carbón. Las dunas fueron cavadas. La vegetación ribereña y costera fue borrada. A medida que la marea del Atlántico golpea la península West Point desde el oeste y el río Mesurado deja nuevos canales al este, la tierra va eliminándose año tras año.
Cientos de viviendas fueron destruidas. Miles de personas han sido desplazadas. La densidad poblacional de West Point no ha hecho más que aumentar, a la par de la escasez y las enfermedades. Pero los recursos y la infraestructura han permanecido en su mayoría sin cambios. Realmente, no hay lugar para que vivan personas como Dorithy. Es por esta razón que Samaritan’s Purse ha ampliado su trabajo en la zona. Gracias a nuestro ministerio, las familias viven con esperanza y ya no se sienten olvidadas por Dios ni por su pueblo.
Dorithy no sabía a qué otro sitio podía recurrir. Sin el pequeño emprendimiento de comida rápida que explotaba en su casa rentada, no podía pagar nada, y esto incluía la atención médica tan necesaria para Charles.
“Me ha causado muchas dificultades desde el día que nació. Siempre está enfermo. No come nada; le doy comida, y la vomita. Pero, esta vez, nuestra casa se quemó, y él respiró ese humo. Desde entonces, se la pasa tosiendo. No come nada. Por eso lo traje hoy”.
Los habitantes de West Point vinieron para las evaluaciones en nuestra unidad médica móvil, que funciona en las iglesias locales.
“En ese momento, yo vendía comida. Compraba comida, la cocinaba y la vendía”, relató ella. “Necesito encontrar algo para hacer. Perdí mi bicicleta, mi dinero, todo. Especialmente ahora que no tengo dinero y que el niño se me enferma, la clínica aporta muchos beneficios para mí. Estoy agradecida con Samaritan’s Purse por acercarnos esta oportunidad. Esto me ayudará. Ayudará a un montón de personas, también”.
En la clínica, Charles recibió tratamientos respiratorios y más alimentos de emergencia. Además, instruimos a Dorithy para que controle a su nieto en busca de señales de desnutrición, y cómo cuidarlo en los próximos días. Dorithy dijo que ella no habría sabido qué hacer, si la unidad médica no hubiera aparecido en West Point.
Risas y alivio en la mesa del dispensario, donde un farmacéutico brinda medicamentos tanto como amabilidad a los pacientes en West Point.
“Incluso en el hospital público, cuando vas, ellos dicen que es gratis, pero pagas, y pagas, y pagas antes de que te den un tratamiento”, dijo Dorithy.
La medicina y el ministerio del Evangelio
Deepali Savyasachi, oficial de desarrollo de Samaritan’s Purse en Liberia, dijo que el pueblo de West Point enfrenta una ardua batalla en términos habitacionales, del acceso a la atención médica, la nutrición adecuada, el saneamiento, la educación y la protección de las mujeres y los niños vulnerables. Muchas de estas necesidades son atendidas por las clínicas médicas móviles. Además, nuestro equipo en West Point se está ocupando de las necesidades como los puntos de suministro de agua, letrinas y estaciones para lavarse las manos, en ubicaciones estratégicas.
Las familias se reúnen temprano para esperar sus consultas médicas. Para muchos en West Point, esta clínica móvil es la única oportunidad de ver a un profesional de la salud.
“Este es un lugar densamente poblado. Las instalaciones sanitarias son un problema mayor”, dijo ella. “Vemos a muchos niños enfermos, desnutridos, y sabemos que esta clínica puede llegar a ellos. Los embarazos de adolescentes son muy elevados aquí. Las escuelas son escasas. Hay muchos niños de la calle”.
Una enfermera controla la presión arterial de una paciente. Muchos habitantes no tienen ningún acceso a una atención médica regular, y dependen del alcance comunitario para ser tratados.
“Nosotros nos trasladamos de una zona a otra a lo largo de West Point”, explicó Deepali. “Mañana estaremos en otro complejo eclesiástico. Queríamos ver cómo podemos usar los recursos que tenemos para maximizar el impacto del Reino”.
Antes de que nuestro equipo médico autorizara la salida de Charles y de su abuela de nuestra atención, Edith Perry, una de nuestras enfermeras, se acercó y preguntó si podía orar con ellos.
“Señor, necesitamos que Dorithy y Charles sepan que no están solos”, oró Perry. Más tarde dijo: “Nosotros atendemos a los pacientes, pero también escuchamos. A veces, las personas solo necesitan que las escuchen, saber que alguien se interesa por ellas. No se trata solo de la medicina. Es la dignidad. Es una forma de decir: ‘Dios los ve’”.
Un niño se sienta tranquilamente sobre el regazo de su padre, esperando ser atendidos en la clínica médica móvil.
