Los residentes de Greenfield contaron sobre el día más oscuro del pueblo y la bondad de Dios en medio del tornado EF4.
Manejar por el barrio del jefe de bomberos T. J. Oden era como entrar en una zona de guerra. Los residentes caminaban entre vigas caídas y restos de techos. Los artefactos de historias familiares como fotografías, libros, ropa de niños y juguetes, se hallaban dispersos en patios y entradas.
Unas Xs grandes en pintura anaranjada marcaban las casas donde los servicios de emergencia encontraron sobrevivientes. Las máquinas topadoras empezaron a nivelar las estructuras de anteriores hogares.
Muchos de los sobrevivientes del tornado EF4 que golpeó Greenfield, Iowa, el 21 de mayo, solo se quedaron con los recuerdos de su comunidad en este pequeño poblado del Medio Oeste. Muchos tienen tristes recuerdos de esa noche.
El tornado destruyó en minutos lo que llevó generaciones construir en esta pequeña comunidad. Tristemente, cinco personas murieron durante la tormenta y docenas más están heridas. El tornado arrasó con árboles, aplastó autos y tiró líneas de electricidad, dejando a miles en el estado sin electricidad mientras los servicios de emergencia buscaban sobrevivientes.
En el sótano de su antigua casa, T.J. trató de describir los días pasados.
“Mi departamento vio el tornado y que nos iba a golpear. Sonamos la alarma y enviamos a las familias a seguridad. Desde entonces, no paramos de limpiar”, dijo. Él perdió su casa y casi todas sus posesiones en el tornado. Agradece que su familia sigue viva.
“Sigan orando”, dijo T.J. “Vamos a salir adelante. Vamos a reconstruir”.
Y T.J. al igual que el resto del pueblo, recordó que Dios no los ha abandonado durante este tiempo duro, mientras los equipos de Samaritan’s Purse llegaban de inmediato para ayudar.
Mostrar el amor de Dios
Mientras nuestros equipos limpian propiedades y ayudan a las familias a recuperarse, los voluntarios y los capellanes comparten con los residentes de la Palabra de Dios sobre la esperanza y la paz que se nos ofrece por medio de Jesucristo.
Durante la semana pasada, un ejército de voluntarios, junto con capellanes del equipo de Billy Graham, han estado ayudando a las comunidades de Greenfield en el nombre de Jesús, removiendo escombros, derribando árboles caídos, ayudando a residentes para salvar objetos de casa y reparando techos, todo mientras comparten el Evangelio.
“Es maravilloso”, dijo T.J, “ver tantas personas de todas partes ayudar; es increíble”.
Después de un día, nuestros equipos le dieron a T.J. y su prometida Ashley, una Biblia y oraron por la pareja. El momento trajo lágrimas a sus ojos mientras se dieron cuenta de lo mucho que significa esto ante la inmensa pérdida: saber que Dios no los ha olvidado.
Las lágrimas corrían por las mejillas de Ashley que sostenía su nueva Biblia junto a T.J.
“Es lo difícil”, dijo. “Las personas pueden preguntar qué hacer. Pero realmente, solo se necesita oración. Necesitamos orar por paz ahora mismo, todos nosotros”.
Ayudamos vidas alteradas
La propietaria Becky Van Donselaar también necesitaba oración.
Barría vidrios y escombros en su patio delantero durante el fin de semana de Memorial Day, y no había planificado pasarlo así. Su vida se había alterado en este pequeño poblado de Iowa.
Mientras nuestros voluntarios reparaban los daños en su techo de su casa rentada y quitaba los escombros del patio, este bombero y pilar de la comunidad nos contó sobre esa noche catastrófica.
Becky y su esposo se refugiaron en el sótano cuando escucharon las sirenas. Escucharon el sonido parecido a un tren de carga que hacía el tornado. Experimentaban lo que decían en el radio de la estación de bomberos: un tornado caía sobre Greenfield.
“Debemos ir al sótano”, dijo Becky, una precaución que no solían tomar antes. Esta vez salvó sus vidas, pues en minutos la tormenta empezó a diezmar el vecindario.
Becky y su esposo salieron del cuarto y se sorprendieron de la extensión de los daños. Un bote estaba en su patio, atrapando sus autos. Entonces el teléfono de Becky comenzó a sonar con una llamada de ayuda de la secretaria de la iglesia que estaba atrapada en su casa entre escombros y vidrio.
Becky no titubeó. Se dirigió a la casa de la mujer a pie, solo para ser redirigida a ayudar a otros vecinos con necesidades médicas inmediatas.
“Conduje ambulancias toda la noche”, dijo al recordar el caos que siguió a esas horas y los esfuerzos de búsqueda y rescate esa noche y en días venideros.
Becky y más personal de bomberos buscaron a los desaparecidos y asistieron a los heridos. Nunca había pasado algo así en Greenfield.
“Hay mucho dolor por las pérdidas materiales y de vidas”, dijo Becky. “Pero también hay humor y resiliencia. Las personas siguen siendo las mismas, solo en una nueva realidad”.
Compartir el amor de Dios en medio de la pérdida
Uno de los residentes, el veterano Bill Spratt, miraba el campo lleno de escombros de lo que había sido la casa de su tío unos días atrás. Trágicamente, su tío de 73 años, Michael Jenson, murió ese 21 de mayo.
Bill tomó un descanso de su labor para compartir recuerdos de su tío con el equipo.
“Era un buen hombre. El que se quitaba la camisa para ayudarte”, dijo Bill. Sonrió mientras pensaba en los pasatiempos peculiares de su tío. “Coleccionaba de todo. Si lo hacía sonreír, lo coleccionaba”.
Mientras Bill hablaba, las máquinas quitaban árboles caídos y escombro de la propiedad, que incluían partes de las colecciones de su tío.
Mientras la alarma sonaba, Bill dijo que llamó a su tío varias veces, pero “no lo pude localizar”. Bill sintió que algo andaba mal cuando su tío no contestó. Después de horas de intentos, un amigo local le llamó y le dio la terrible noticia de que habían encontrado el cuerpo de su tío.
“Estar aquí es agotador, y más hacer solo el trabajo”, dijo Bill y reflexionó en el trabajo de los capellanes en medio del día más oscuro de Greenfield. “Ustedes están haciendo todo el trabajo. Es increíble. Es maravilloso. Para mí y par a mi familia esto es grande”.
Por favor, sigue orando por las familias en Iowa, así como de Arkansas, Texas, Oklahoma y otros lugares donde enfrentan una temporada brutal de tornados. Las cicatrices físicas y emocionales que dejan las tormentas son profundas, pero el trabajo de voluntarios y capellanes que sirven en el nombre de Jesús recuerdan a las personas en Greenfield que no están solos y hay esperanza aún en los tiempos más oscuros.