A través del proyecto de sustento Ágape en la República Democrática del Congo, las familias desplazadas reconstruyen sus vidas sobre un fundamento firme de esperanza en Jesucristo.
Jean Tisu finalmente pudo andar en paz mientras caminaba entre las hileras de coles en sus botas de hule.
“La vida de una persona desplazada por la guerra no es buena”, dijo Jean. “Nos echaron de nuestras casas. Cuando llegamos aquí, la vida era dura”.
Jen y muchos otros huyeron desde hace un año de aldeas lejanas, algunos porque perdieron de repente familiares y amigos en emboscadas durante su día a día. Ahora están en duelo y tratando de rehacer sus vidas en campamentos cerca de Bunia, la capital de la República Democrática del Congo.
Todo lo que conocían se ha perdido. Esta ha sido la realidad por muchos años en este país en el oeste de África.
Por primera vez en mucho tiempo, el proyecto Ágape de Samaritan’s Purse ha comenzado a satisfacer las necesidades de estas familias para que puedan disfrutar una brisa fresca y los sonidos de insectos mientras trabajan en sus cultivos. Jean se ha podido enfocar en cultivar con sus nuevas habilidades. Sacó las hojas infectadas de su parcela, como le enseñaron, para proteger el resto de las cosechas de la misma enfermedad.
Caminó entre capas de paja, un mantillo de tierra que nuestros equipos les ayudaron a colocar para proteger la capa inferior del calor y la exposición al sol, pero que también nutre la tierra con nitrógeno al descomponerse el pasto.
“Era una mala vida antes de los campamentos”, dijo Jean. “Tuvimos que dejar a nuestras familias para buscar trabajo y no había suficiente para proveer comida, agua y medicinas. Muchos se enfermaban. Enterramos a muchos”.
Jean es el líder de un grupo AVEC, que es parte del proyecto Ágape de Samaritan’s Purse, un programa de capacitación para dar sustento y herramientas a las familias desplazadas. Los participantes empezaron con un poco de efectivo y aprendizaje. Se les enseñó a ahorrar, poner precios y vender sus productos en el mercado, y a través de nuestros grupos, se les animó a poner su dinero en una bolsa común para utilizar como préstamos para pequeños negocios y así comprar tierras y materiales propios.
AVEC es la palabra francesa para “con”, así que el programa de ahorro anima a las familias a trabajar juntas para ayudarse a construir en un lugar lejos de casa.
Mientras nuestros equipos trabajan duro para proveer de las necesidades físicas, las iglesias locales proveen capacitación bíblica, oportunidades para escuchar el Evangelio de Jesucristo y crear redes de creyentes que puedan ayudar a las familias del trauma de la guerra que han experimentado.
Vidas transformadas mediante el amor de Dios
“Mi esposo y mi hijo murieron durante la guerra”, dijo Eduige Dheve, quien huyó recientemente a Bunia con sus ocho hijos. “Iban al campo por comida y el ejército los rodeó. Yo escapé con los niños”.
A través de Ágape, Eduige y su familia ahora pueden ganar dinero, prestarlo y pagar la ropa y la escuela de los niños. Oran que al regresar a casa puedan tener los recursos y mejores bases que cuando se fueron.
“Mi esposo solía hacer todo el trabajo. En casa el suelo es fértil, así que cultivaba y yo solo regaba. Sembrábamos coles y espinaca, y no usábamos fertilizante. Solo ponía la semilla”, dijo. “He aprendido a usar fertilizantes y a hacer composta”.
Aún más, Eduige ha experimentado esperanza por primera vez en mucho tiempo. Además de cultivar y las habilidades económicas que ha aprendido. Ágape le ha enseñado sobre Jesucristo a través de su Palabra y ahora puede confiar en Él para sus necesidades.
“Muchos problemas desaparecen cuando me aferro a la Palabra de Dios”, dijo. “Me ha ayudado mucho a cambiar mis pensamientos. Pienso mucho. Me preocupo con frecuencia. Cada día me pregunto qué hacer, pero cuando pienso en lo que la Biblia dice, mi corazón se aligera. Si no fuera por el amor de Dios, seguiríamos en el lodo. Todo, la Palabra de Dios, el grupo Avec, y los campos, todo me ha llenado de gozo”.
Una cosecha abundante
En agosto del año pasado, el grupo Ágape sembró las plántulas en un campo comunitario, y en noviembre empezaron a cosechar. Alimentaron a sus familias y llevaron el resto al mercado.
Con las ganancias, pagarán los gastos, invertirán en sus propios jardines y un porcentaje regresará a la bolsa de ahorro.
“Pudieron cosechar cientos de kilos de los campos de muestras”, dijo Jean Lambert, un gerente del programa Ágape. “Este es un proyecto comunitario, así que predicamos el Evangelio, compartimos las Buenas Nuevas por medio de actividades deportivas con los niños y con películas. Han sido traumatizados por los efectos de la guerra. Perdieron sus aldeas y sus familias, pero ahora pueden sonreír porque tienen esperanza”.
En la misma semana que celebraron sus cosechas, bebieron agua potable, una respuesta a un mes de oración por un punto para beber en los campamentos.
“Ahora tienen sus cosechas de lo que han cultivado. Han visto buenos resultados”, dijo Lambert. “Y tienen agua potable para beber. Por eso estamos aquí. Es un proyecto de amor”.