Dania y el radio
"Pese a que éramos pobres, la oración me hacía sentir adinerada".
Yo nací en el Medio Oriente en un país donde el 97 por ciento de la población, incluyendo a mis padres, no creían en Jesucristo como Señor y Salvador. Mis padres movieron a nuestra familia a otro país de la región en busca de un mejor futuro. Ahí conocieron a un pastor quien les compartió la esperanza del Evangelio y ellos entregaron su vida a Jesús.
En lugar de encontrar un vida mejor, las cosas se pusieron más difíciles. La habitación donde vivíamos estaba vacía, excepto por un poco de ropa, con la que teníamos que comer y dormir. Mi papá trabajaba dos trabajos y aún era difícil para él proveer para nuestra familia. Muchas noches tuve que irme a dormir sin comer y otras solo teníamos cebolla cruda y pan.
Mi deseo a los 5 años era tener algo propio, que no le había pertenecido a nadie antes. Y le dije a mi mamá: "Solo me gustaría tener algo nuevo para que me ayude a sentirme valiosa". Ella era una sabia y piadosa señora, por lo que me dijo: "Dania, sé que es difícil de entender. Tu papá y yo no te podemos dar cosas nuevas, pero yo sé de alguien que sí puede".
Ella me enseñó el Salmo 23 y yo oré: "Señor, deseo mis propias cosas, objetos que traigan una sonrisa a mi rostro y que no hayan sido de otras personas".
En esos días, mi familia deseaba tener noticias de su país natal, pero no podíamos comprar un radio o una televisión. Por lo que oramos juntos y esperamos.
Después de un tiempo, fuimos a una iglesia y nos enteramos que estaban regalando cajas. No sabía lo que significaba ya que nunca había recibido un regalo de ningún tipo en mi vida. Cuando recibí mi caja, nada más me importó. Tenía tanta alegría en mi corazón como nunca antes.
Antes de poder abrirla, teníamos que caminar una hora hasta llegar a nuestra casa, ya que no teníamos para pagar un taxi.
Cuando finalmente abrí mi caja de regalos, yo no lo podía creer. ¡Todo era nuevo! Habían lápices, un libro de actividades, una calculadora, un oso de peluche y un jabón que olía muy bien. Me di cuenta que era la respuesta de mi oración. Estos artículos era míos solamente y venían de personas que ni siquiera conocíamos.
Dentro de la caja había otra sorpresa: ¡un radio pequeñito! De millones de cajas, esta llegó a mi familia el mismo año que estábamos orando por un radio. Todos supimos que esto no había podido suceder sin la intervención de Dios.
Cuando nos fuimos a acostar esa noche, conté todos los artículos en mi caja y pensé,
Después de vivir en este país por siete años, regresamos a nuestro país de origen a predicar el Evangelio. Fue difícil para nosotros, porque a veces las Buenas Nuevas no son bien recibidas. Mientras miré cómo mis padres eran cruelmente perseguidos por su fe, me convencí que necesitaba aceptar a Cristo en mi vida personalmente. Sola en mi habitación una noche, oré con lágrimas: "Soy una pecadora. Mi vida es tuya, Jesús. Úsala de acuerdo a tu voluntad".
Sufrí burla por ser creyente, por parte de los maestros y compañeros estudiantes de mi escuela. Pese a este trato que recibíamos, mi papá continuó haciendo reuniones cristianas en nuestra casa ya que no teníamos una iglesia.
Una mañana, fuimos al negocio de mi papá donde él arreglaba y vendía relojes y encontramos aceite en su puerta. Él encontró una nota también que decía: "Si no dejas de predicar el Evangelio, quemaremos esta puerta y lo mataremos a usted y a su familia". Nosotros continuamos hablando de Cristo y las personas continuaban salvándose.
Después de nueve años en esa aldea, las cosas se pusieron más peligrosas para nosotros, por lo que tuvimos que salir del país. Cuando nos fuimos, tuve que dejar todas mis pertenencias, incluyendo los artículos de mi caja. Eso fue muy difícil para mí.
Después de mudarnos a un tercer país en el Medio Oriente, solicitamos ser refugiados. De nuevo, oramos y esperamos. En el 2010, más de un año después de nuestra solicitud, Dios abrió la puerta para que viniéramos a Estados Unidos.
Después de dos meses de estar aquí, una mujer de nuestra iglesia preguntó si quería procesar cajas de regalos. Hasta ese momento, no tenía idea de dónde venían las cajas de regalos. Cuando llegué al centro de procesamiento, estaba maravillada de encontrar tantas personas trabajando como duendes. Pero cuando miré hacia arriba y vi una manta de tela con el logotipo de
En mayo del 2017, me gradué de la Universidad Salem en Winston-Salem, Carolina del Norte, con un título en educación. Mirando a mi pasado, mi caja fue lo único de colores en mi infancia de blanco y negro. Me confirmó que lo que mis padres nos enseñaron sobre orar era verdad: es un arma poderosa. Pese a que éramos pobre, la oración nos hacía sentir adinerados. Agradezco a Dios por lo que Él ha hecho por mí.