Nancy y una fotografía

Nancy y una fotografía


A través de esa foto en mi caja de regalos, el amor de Dios se hizo tangible y real para mí.

Crecí en el Medio Oriente con cuatro hermanos y mis padres, quienes trabajaban muy duro para cuidar de nosotros. Vivíamos cerca de una montaña y estábamos alejados de todo. No teníamos parques de juego, por lo que jugábamos soccer en medio de la calle. Construimos columpios con pedazos de madera y ladrillos de viejas construcciones.

La mayoría de las personas en nuestro país no son cristianos. Somos parte de una minoría que suele orar, pero no conocíamos a Jesús de una forma profunda como nuestro Salvador. Pero cuando tenía 11 años, unos evangelistas tocaron a nuestra puerta. Ellos compartieron con nosotros sobre un amigo llamado Jesús, al que le pidieron que limpiara sus pecados con Su sangre y ahora tenían una relación con Él. Ese mensaje realmente abrió nuestros corazones y mentes. Cuando se fueron, todos nos pusimos sobre nuestras rodillas y aceptamos a Jesucristo. Fue lo mejor que hicimos. Sabíamos que Jesús nos amaba y tenía Sus manos sobre nosotros sin importar lo qué pasara.

Muy pronto, sufrimos persecución. Recuerdo usaba una pequeña cruz y cuando caminaba hacia la escuela, un niño pequeño me empezó a insultar y lanzarme frutas (me encantan las frutas pero no de esa forma). Mi hermano también fue amenazado con una cuchilla en su cuello. Pero yo sabía que íbamos a ver a Jesús si algo nos pasaba. Valía la pena ser cristianos. Estaba orgullosa de mi fe y dispuesta a defenderla y pararme firme.

CUANDO VINO LA NAVIDAD

Meses después de las visitas evangélicas, le dimos la bienvenida a la temporada festiva. En nuestra casa, siempre había un pequeño árbol de Navidad con unas pocas decoraciones. Lo colocábamos sobre nuestra mesa para que se viera más alto, pero nunca habían regalos debajo.

La Navidad cayó en día jueves y fuimos a la iglesia. Hacía mucho frío, por lo que caminamos y viajamos en bus. El servicio ese día era una celebración. Mientras adorábamos, brincábamos arriba y abajo, danzamos y cantamos a lo máximo de nuestras voces. Luego, escuchamos sobre el nacimiento de Jesús y estábamos muy alegres. Entonces, cuando estábamos listos para irnos, nos dijeron: "¡Esperen, tenemos una sorpresa!" Solo la palabra "sorpresa" era muy emocionante.

Cuando ellos empezaron a traer cartones grandes y cafés a la tarima, nos sentamos mirándolos cuidadosamente. Entonces empezaron a sacar cajas de zapatos envueltas con muchos colores y a llamar nuestros nombres. Recuerdo que estaba ahí sentada muy entusiasmada, esperando a que mi nombre fuera llamado. A penas lo escuché, me fui al frente a recoger mi caja y sentí como si caminara por las nubes. Apreté esa caja tan fuerte cuando me senté, pero nos dijeron que no la abriéramos hasta que llegáramos a casa. Intenté meter mis dedos para adivinar lo que había adentro.

Todos mis hermanos recibieron una caja ese día. Todos los niños de la iglesia también recibieron cajas. Fue como si el cielo tocara la tierra. Había alegría por todos lados.

BENDICIÓN EN AMBOS: RECIBIR Y DAR

¡Llegando finalmente a la casa, la tapa de la caja se cayó! Estaba tan feliz porque esa caja estaba empacada con muchos artículos. Habían útiles escolares, productos de higiene, juguetes... era muy colorida.

Sobre la caja de regalos adentro, había una foto de una pareja y me di cuenta que eran las personas que me dieron la caja. Ellos pusieron sus nombres en la parte de atrás de la foto y escribieron "Nuestra oración es que Dios te proteja y te guarde". A través de esa foto, el amor de Dios se hizo tangible y real. Estas personas no me conocían, pero estaban tan interesadas en mí que me compraron todas estas cosas. Eso fue el amor de Dios extendiéndose en una forma poderosa y derritió mi corazón.

Por años, yo guardé todo lo que recibí, hasta la caja misma. La única razón que no lo tengo ahora es porque cuando tenía 18 años nosotros emigramos a EE. UU. en el 2004 y estábamos limitados con el equipaje. Pero me traje la foto conmigo. La guardé junto con las fotos de todos mis amigos, que eran muy queridas para mí.

Cuando llegamos, empezamos a asistir a una iglesia en Long Beach, California. Casi al final del año, nos preguntaron si queríamos ser voluntarios para empacar cajas de regalos para niños. Cuando vi el logotipo de Operation Christmas Child y los lápices y juguetes, yo grité. Me di cuenta de lo que yo recibí cuando tenía 11 años.

Ahora estoy del otro lado del mundo empacando cajas de regalos para niños como yo lo fui. Mi esposo, mi hijo y yo empacamos cajas juntos en nuestro hogar en Globe, Arizona. Nuestros artículos favoritos para incluir son libros para colorear y crayones. También incluimos una foto de nuestra familia y escribimos en ella la oración que estaba en mi caja.

Hay mucho gozo en recibir, pero más alegría es dar.

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